Este lunes, los 11 jugadores de Atlético saltaron al campo de juego con un brazalete negro y al posar en la foto de la formación desplegaron un cartel con un mensaje: "Hasta siempre, Chulo".

Además de volver al triunfo, el Deca despidió a Héctor Rivoria, el DT que lo llevó a Primera en 2009 y que dejó una huella imborrable en el club. 

Por su identificación, por el sentido de pertenencia que le imprimió a sus equipos, y por aquella inolvidable frase ("el único ídolo que hay acá, es la camiseta de Atlético Tucumán"), el Chulo se metió de lleno en el corazón de la hinchada, y ocupa un lugar de privilegio en el salón de los ídolos. 

Este partido fue el momento del último adiós, tras la triste noticia de su fallecimiento ocurrido el pasado 14 de agosto. 

A lo grande

A los 9 minutos del primer tiempo, los cuatro costados del estadio corearon su apodo, en lo que sería el inicio de una tarde llena de sorpresas. "Olé, olé, olé, Chulo, Chulo".

En el entretiempo, en el campo de juego se desplegó una bandera gigante con la frase "Eternamente Gracias". Además, entró al césped la copa de campeones obtenida en 2009, sostenida por Sebastián Longo y Diego Erroz, dos baluartes de aquel plantel. 

Mientras, miembros de la Comisión Directiva sostenían otro cartel con la leyenda "Hasta siempre",  y por la voz del estadio se escuchaba el fragmento de una entrevista en la que Rivoira contaba lo orgulloso y feliz que estaba de ver crecer al club.

Completando la escena, la pantalla del estadio mostraba su imagen, y un drone sobrevolaba el cielo del "Monumental" con su imborrable sonrisa. La tribuna, luego de un respetuoso silencio, acompañó el momento con una ovación cerrada y eterna, como el legado del Chulo en nuestra institución. 

Al finalizar el encuentro, llegó la dedicatoria de su amigo personal, Ricardo Zielinski. "Quiero dedicar este tiunfo a la familia del Chulo, y también a la del Tata Brown y Cacho Malbernat, tres grandes personas que se fueron en los últimos días", dijo el Ruso en la conferencia de prensa, coronando una tarde cargada de emoción.